La otra mano

Mira este cielo de orgasmo,
el estampado de estrellas
donde estoy atrapado,
donde me apago
si salgo.

Amargo
el sabor del letargo,
pero tan necesario
que lo busco
en tu regazo.

De dioses,
una leyenda.

De huérfanos,
una humanidad llena.

Solos
como si fuésemos culpables,
nuestra sentencia
es la inocencia.

Un deseo retumba:
solo pido compañía.

Aférrate aun sin fuerzas
si sabes que podrás
si salen de dentro,
como el alma se rebela
cuando no puedes más.

Y suena una voz rasgada.

El cántaro echa de menos a la fuente,
pero los tiempos cambian.

Lo que nunca lo hará
es la piel
ni el aliento.

Las manos
seguirán contando hasta diez
para ponerse a la obra
de otra causa perdida.