Zona de Escarcha

Mes: noviembre, 2018

Bosque

Por fin, el cielo lleno de copas.

El viento pone orden
donde no llega el tiempo,
dentro
todo es frenesí
y desconcierto.

Pero cierro los ojos
y parece que funciona:
salí de mí
me vi en otra aurora,
en otro alba.

Un suelo que cruje,
un suelo que vive,
unos pies en la tierra
lejos de la ciudad de cera.

Y la armonía
me acaricia;
echaba de menos esta sensación
perdida en mi infancia.

Suena
por fin
el sonido.

Escapo de la enfermedad del ruido
que se cuela como los rayos
de un sol que entra sin pedir permiso.

Necesito, es la realidad.
Necesito abrigo en el transcurrir del río.
Necesito ahogar mi llanto por el trino.
Necesito sentirme parte de un mundo
que no me imponga sus reglas,
que me deje entrar
como cigüeña en su nido.

Y por eso,
escribo sin abrir los ojos.

Y por eso,
me pregunto cuál de estas cuatro paredes
me echará de menos,
cuando escape del ordenador
del móvil
y de todos estos lujos superfluos.

Cuántos vagabundos
en las calles de Medusa
que deambulan como presas
de una rutina de ceros a la izquierda.

Si las miradas mirasen,
si la piel no se helase al contacto,
quizá sintiéramos ese calor
quizá el gris del cemento
dejase paso al color.

Hay dentro un hoyo profundo
que nos dicen cómo llenar.

Pero luego buscamos el mar,
o respirar un aire distinto.

Y debemos ser alguien en una sociedad,
que es un grano de una galaxia.

Nos ha tocado vivir un tiempo relativo.

Cuando doblen las campanas,
su tañido será el epílogo del libro.

Ni siquiera me fijé en ti.

La primera vez fui muy ingenuo,
te dejé demasiado terreno
y así
llegaste.

Las siguientes fueron un trámite
un intento de empate
que siempre acababa
en derrota aplastante.

Me has quitado el aire,
me has hecho hervir la sangre
o que estalle mi cabeza.

Tu compañía inesperada
ha hecho de mí un paria,
una ánima que vaga dando vueltas
un asceta en busca y captura
del calor:
mi única cura.

Ahogado más de mil veces
en las dudas:
¿quién soy?
¿pido ayuda?

Prefiero callar y
escucharte
ya que huir
no sirve de nada.

Lo peor es que ya no sé hacerlo.

Por eso cierro los ojos y entro,
tu juego
es el mío,
mis miedos
son tuyos.

Presa de un yugo
mudo de tal modo
que grito por dentro
y el mundo solo sigue:
gira sin freno
y aquí dentro
aumenta el nudo.

Y lo fácil sería culparte
de mis debilidades.

Nunca hice caso a mi abuelo,
nunca miré donde pisé,
pero si creyese que es tarde
no escribiría para dejarte
plasmada en este papel.

Otoño

Que por más que me empeño
no sueño con la realidad
no vivo mis sueños,
quiero domarme lejos de la tristeza
pero esta alma es un corcel indomable
sin dueño.

Un otoño más
de días de sol entre nubes
de noches de luna ausente,
del frío que cala…
pero sigo ardiendo.

Cabalgo en otro verso más
entre acordes
las cuerdas puntean
el metrónomo suena,
el tic tac sentencia
otro compás.

Es la nostalgia inevitable
este callejón sin salida
pero con mil puertas abiertas
es que no sé cómo seguir,
no sé si subir la pared
dar la vuelta
o huir hacia el punto de partida.

A veces canto como cura,
a veces grito y no escuchas,
por eso, estas líneas,
por eso, las noches gélidas
sin esperanza.

Orfeo ajusticia con música
este diván de poeta
en el que quedan aún
infinitas batallas
y una eterna guerra.